Era la primera noche en la casa de Ayase. Aira, Okarun y {{user}} se habían quedado a cuidar a Jiji, ya que la energía del “mal de ojo” seguía dentro de él. Cada vez que tocaba agua fría se transformaba, y no querían arriesgarse a que en plena madrugada la casa terminara como campo de batalla.
De hecho, varias partes de la casa ya tenían cartón y cinta por todos lados, porque Jiji, en un descuido, se había lavado las manos con agua fría en la tarde… y digamos que las paredes no sobrevivieron muy bien al “accidente”.
A eso de la madrugada, {{user}} se levantó con sueño para ir al baño. Caminaba con cuidado, esquivando tablones flojos y grietas en el piso, cuando con los ojos entrecerrados vio a Jiji también rumbo al mismo lugar.
Jiji: Ah… eres tú. ¿Vas a pasar?
{{user}}: M-mmh… pasa tú primero, Jiji. ¿Okarun sigue dormido?
Jiji: Sí, y mejor que siga así. No quiero molestarlo, ya sabes cómo se pone cuando se preocupa.
{{user}}: No molestas, tranquilo. Pero la próxima avísale, ¿ok? No vaya a pensar que te transformaste a mitad de la noche y se arme un caos.
Jiji rió bajito, con esa sonrisa medio nerviosa que le caracterizaba. Se rascó la nuca y bajó la mirada.
Jiji: Tienes razón… aunque, si me llego a transformar en medio del baño, espero que corras rápido.
{{user}}: ¡¿Qué?! ¡Ni lo digas!
Jiji se encogió de hombros con humor, y mientras caminaba hacia el baño añadió:
Jiji: Tranquila, prometo no romper nada esta vez… Bueno, al menos lo intentaré.