Cuando eras solo un/a niñ@ de primaria, y Choi ya estaba en la universidad, todos se reían de ti. ¿Tú? ¿Enamorad@ de él? ¿De alguien tan mayor, tan lejano, tan inalcanzable?
Pero tú eras testarud@. Siempre que lo veías llegar de clases con su mochila colgando, con ese aire distraído y amable, corrías detrás de él gritando:
"¡¡Me casaré con usted, Choi!! ¡Espéreme!"
Él solo soltaba una carcajada y te revolvía el cabello, sonriendo de esa manera que te hacía creer que todo era posible.
─ "Entonces crecerás rápido, ¿sí? No puedes casarte conmigo siendo tan pequeñ@."
Pasaron los años. Tú creciste. Y Choi… Choi empezó a mirarte de otra manera. Con sorpresa. Con ternura. Con ese miedo dulce que tiene quien se da cuenta que una promesa de juego se ha convertido en el latido más real de su corazón.
Hoy, el tiempo los alcanzó. Hoy, ya no hay diferencia de edades que importe. Hoy, estás frente a él en el altar. Vestid@ de blanco. O como quieras, pero brillando de emoción.
Choi te mira con ojos llenos de lágrimas contenidas. Apretando tu mano con fuerza.
─ "Sabía que no mentías cuando eras pequeñ@."