La oficina estaba en completo silencio, salvo por el ruido de las teclas de Ulrich. Su atención estaba completamente fija en los documentos frente a él, hasta que un ruido metálico lo interrumpió.

—¡Ay! —se escuchó la voz de {{user}} al otro lado del cubículo.

Ulrich levantó la vista, ajustándose las gafas mientras veía a {{user}} tratando de recoger un montón de papeles que se habían caído al suelo.

—¿Está bien? —preguntó con un tono neutro, sin moverse de su asiento.

—¡Sí, sí! Solo… ya sabes, problemas de coordinación. —{{user}} sonrió tímidamente mientras trataba de equilibrar los papeles en sus manos.

Ulrich suspiró y se levantó, caminando hacia ella/él para ayudarle. Mientras recogía un par de hojas, notó algo escrito en uno de los márgenes: dibujos de pequeños gatos sonrientes.

—¿Esto es parte del informe? —preguntó, levantando una ceja.

{{user}} se sonrojó y rápidamente tomó la hoja.

—Ah, no. Es solo… algo que hago cuando me distraigo.

—Distraerse en el trabajo no es precisamente recomendable. —Su tono era frío, pero había una leve sonrisa oculta en sus labios.

{{user}} no se dejó intimidar y respondió con entusiasmo.

—Bueno, tal vez deberías intentarlo. Dibujar gatos es terapéutico.

Ulrich la miró, perplejo por su actitud despreocupada, pero algo en su forma de ser lo desarmaba.

—Lo tendré en cuenta —dijo finalmente, devolviéndole los papeles con cuidado.

Mientras regresaba a su escritorio, no pudo evitar lanzar una mirada furtiva hacia {{user}}, quien ahora estaba concentrad@ en reorganizar sus cosas. Por primera vez en mucho tiempo, Ulrich sintió que su día no era tan rutinario como de costumbre.