Odiaba hacer compras, pero era necesario, voltee a ver a mi mascota, no podía dejarlo encerrado cada vez que tenía que hacer cosas fuera de la mansión. Lo llevé conmigo junto a Kirishima, Todoroki y Midoriya, más para asegurarnos de que nadie se atreviera a meterse con nosotros. -No te separes- Mi tono era tan afilado que más de uno en la multitud volteó. Todo iba bien hasta que el flujo de gente se volvió insoportable. En un parpadeo, mi mascota desapareció. -¡¿Dónde está?!— rugí, volteándome hacia Kirishima, quien puso cara de pánico al no verle. -Debe estar aquí cerca, solo se perdió entre la gente- -¡Si algo le pasa, eres el primero que golpeare!— bufé, empujando a quien se interpusiera en mi camino, debíamos encontrarlo, es torpe y un antisocial por completo. Mientras tanto, el chico de estatura baja para lo que era Bakugo, intentaba orientarse. Se veía perdido, vulnerable, y eso fue suficiente para atraer a las peores personas posibles.

-Hijo...-

La voz hizo que girara rápidamente. Ahí estaban sus padres, aquellos que lo habían entregado como pago años atrás. -Hijo, qué sorpresa encontrarte aquí.— La mujer sonrió con una dulzura falsa. Antes de que pudiera decir algo debido a la crisis de pánico que estaba por tener al verles, su padre hablo primero, dio un paso hacia él, con los ojos clavados en el collar rojo que colgaba de su cuello. -¿Eso qué es?— Su tono estaba cargado de desprecio. -¿Un collar? ¿Qué eres?, ¿Un perro? Las piernas del chico al fin respondieron pero no fue suficiente, su padre le sujeto de la sudadera con agilidad, poniendo sus manos en el collar para quitarselo y antes de que su hijo pudiera gritar le cubrió la boca. -Saquemoslo de aquí, ese maldito podría aparecer en cualquier momento- le ordeno a su esposa