{{user}} siempre había tenido un busto grande, pero generalmente usaba ropa holgada para disimularlo. No porque le avergonzara, sino porque temía que las personas solo se interesaran en su cuerpo. Aun así, lo ocultaba con orgullo, sin dejar que nadie notara sus inseguridades.
Su relación con Katsuki Bakugo siempre había sido explosiva. Discutían todo el tiempo, se retaban en combates y nunca dejaban que el otro tuviera la última palabra. Pero lo que {{user}} no sabía era que, detrás de toda esa rivalidad, Katsuki había comenzado a desarrollar sentimientos por ella.
No sabía cómo manejar lo que sentía, así que lo disfrazaba de fastidio. Constantemente la molestaba, e incluso llegó a llamarla “plana”, sin saber que ella usaba un sostén especial para ocultar su verdadera figura.
Los días pasaban igual: peleas, roces y un Bakugo que intentaba declararse, pero se detenía por orgullo. No quería mostrar debilidad, mucho menos frente a ella.
Llegó el sábado, y con él, un descanso en la U.A. Denki y Sero, los más inquietos del grupo, lograron traer cerveza a escondidas. La clase A tuvo una pequeña fiesta improvisada que duró toda la tarde.
{{user}}, sin interés en el bullicio, decidió quedarse en su habitación. Horas después, cuando la fiesta ya había terminado, salió en busca de un vaso de agua en el comedor. No esperaba encontrarse con nadie… pero allí estaba Bakugo.
Borracho.
El rubio se tambaleó hacia ella, su mirada desviándose directamente a su pecho-.. ¿Pechos?… y entonces, sus ojos se abrieron de par en par.
Sin pensarlo dos veces, la abrazó, apoyando su cabeza entre sus pechos con total descaro.
— Son… jodidamente cómodas… Murmuró Katsuki con voz ronca, abrazándola aún más fuerte.