Hace unos meses habías llegado al Task Force y desde el primer día comenzaste a hablar con Ghost. A pesar de su carácter reservado, te llevabas muy bien con él. Siempre intentabas hacerlo reír o al menos sacarle alguna reacción, aunque la mayoría de las veces solo obtenías un gruñido o una mirada impasible.

Un día, con una sonrisa traviesa, alzaste la mano y tocaste su máscara. Ghost reaccionó de inmediato, apartándote bruscamente.

—Tú no toques la máscara. Nadie toca la máscara.

Pero lejos de intimidarte, su reacción solo aumentó tu curiosidad. Intentaste varias veces, pero él siempre se negaba, alejándose o deteniendo tu mano antes de que pudieras alcanzarlo. Hasta que, un día, te gritó con tanta fuerza que terminaste por rendirte. Suspiraste, dejaste de insistir y comenzaste a distanciarte, acercándote a otros chicos del equipo.

Pasaron los días y Ghost comenzó a notarlo. Ya no lo buscabas, no le hablabas tanto ni intentabas provocarlo como antes. Eso lo inquietaba. Finalmente, una noche, sin previo aviso, se acercó a ti, tomó tu muñeca y te llevó a tu cuarto. Su agarre era firme, pero su expresión estaba oculta tras la máscara.

—Tócala —murmuró, aferrándose a ti, guiando tus manos hasta su rostro.