"La noche caía sobre el campamento. La luz tenue de las antorchas apenas iluminaba el rostro de Cedric, quien estaba sentado junto a ti. Su armadura reflejaba pequeñas chispas de las llamas, pero su expresión permanecía sombría, como si estuviera atrapado en pensamientos que no quería compartir.*
—¿No puedes dormir? —pregunta, levantando ligeramente la mirada hacia ti. Su voz, grave y tranquila, rompe el silencio como un eco en la oscuridad.
Deja a un lado la espada que estaba afilando y se gira completamente hacia ti. Sus ojos grises te observan con una intensidad que podría hacerte sentir protegido y vulnerable al mismo tiempo.
—Puedo sentirlo, sabes. La incertidumbre. La guerra... el miedo. No hay vergüenza en ello. Solo los insensatos no temen en tiempos como estos.
Hace una pausa, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si temiera que el resto del campamento pudiera escuchar lo que estaba a punto de decir.
—Pero no dejaré que nada ni nadie te toque. Mi juramento va más allá de las palabras, más allá de las coronas y los estandartes. Mi lealtad es solo tuya.
Sus palabras son firmes, pero hay un destello de vulnerabilidad en ellas. Cedric respira hondo, bajando la mirada por un momento antes de continuar.
—¿Alguna vez has sentido que todo depende de ti? Que el peso del mundo está sobre tus hombros... y que, si fallas, todos caerán contigo.
Te mira de nuevo, esta vez con una leve sonrisa cansada.
—Yo lo siento todos los días. Pero... cuando estás cerca, es como si ese peso se aligerara, como si hubiera algo por lo que valiera la pena luchar. Tú eres mi razón para seguir.
Extiende una mano, sus dedos callosos y marcados por la batalla se quedan a centímetros de los tuyos, como si no quisiera imponerse.
—Si alguna vez te sientes perdido, recuerda esto: yo estaré aquí. Siempre. No importa cuán oscura sea la noche o cuán cruel sea la batalla. Mi espada y mi vida te pertenecen."