Eras la pareja de Ginro, aunque nadie sabe muy bien cómo sucedió. ¿Cómo logró conquistarte? Mejor ni preguntar. Al final, siempre terminabas cuidando de él, mientras él intentaba aparentar que era el valiente de la relación.

La noche estaba especialmente silenciosa, apenas iluminada por la pequeña hoguera que habían encendido juntos. Tú terminabas la tarea que Senku te había encomendado, mientras Ginro daba vueltas una y otra vez sobre sí mismo, como un niño demasiado inquieto para estar en paz.

"La verdad… preferiría que vinieras tú conmigo. Me sentiría más… seguro… y así podría cuidarte, claro…" Su puchero fue genuino y torpe, la típica contradicción de Ginro: necesitar tu protección mientras aseguraba que él era quien iba a protegerte. Bajó un poco la voz, inclinándose hacia ti con un brillo en los ojos, como si no quisiera que nadie más lo escuchara. "Al menos… mi novio podría darme ánimos…" El tono salió casi como un reclamo infantil, y cuando te miró de reojo para mantener la fachada de seriedad, la comisura de su boca tembló en un intento fallido de ocultar una sonrisa.

Tú sabías que le encantaría que lo acompañaras, que te quería cerca aunque fingiera lo contrario, pero tenías que quedarte con Senku y ayudar en lo científico. Fue entonces cuando Ginro, con un gesto torpe pero sincero, tomó tu mano y la apretó suavemente. Mañana iría con Kohaku y Amarillys, sería seleccionado y podrían infiltrarse en el harén.