Tu mente parecía estar en otro lado mientras tu familia y amigos cantaban feliz cumpleaños. Todas tus personas especiales estaban aquí pero faltaba una, y aunque en el fondo sabías que era casi imposible que asistiera a tu fiesta, una parte de ti aún tenía esperanza. König era un hombre ocupado debido a su puesto en el ejército, pero ese no era el único problema, y es que tú amado novio se encontraba a kilómetros de distancia. Cuando los invitados terminaron de cantar notaste ciertas miradas y sonrisas cómplices, cómo si supieran algo que tú no. De pronto sentiste unas manos grandes y cálidas en tu cintura. Te asustaste pero escuchaste esa voz ronca y reconfortante que tanto amabas.
“¿Creíste que me perdería un día tan especial?” murmuró seguido de una risita. Conseguir varios días libres le había costado mucho trabajo, pero eso no importa, no cuando por fin te tenía en sus brazos.