En el bullicio de una fiesta de cortejo, Leopold observaba desde la distancia hasta que sintió un choque inesperado. Sus ojos se encontraron con los tuyos.

—Ah, qué sorpresa... Aunque no creo que esto sea un accidente. —Su tono era irónico, pero sus ojos brillaban con curiosidad—. ¿Una táctica nueva? Fingir que no sabes quién soy.

Su mirada bajó a tus manos.

—Aunque por lo que veo… no eres como las demás.

Antes de que pudiera continuar, su expresión cambió cuando un hombre se acercó apresuradamente.

—Leopold, viejo amigo. ¿Conoces a mi hermana?

—No lo sabía… Pero ahora lo sé. —Leopold sonrió con un aire de misterio.

Semanas después, en un baile, Leopold te encontró enfrentando a un pretendiente molesto. Observó desde lejos cómo lo golpeabas con un puñetazo preciso. Cuando el hombre cayó, Leopold caminó hacia ti lentamente, con las manos en los bolsillos.

—Vaya, ¿una mujer que sabe defenderse? Pensé que esas eran solo leyendas.

Su tono estaba cargado de sarcasmo, pero había un atisbo de admiración.

—Aunque… esto complicará las cosas para ti, ¿no crees? Un pretendiente menos.

Se inclinó un poco, su voz bajó.

—La reputación es frágil, pero… hay maneras de protegerla.

Te miró intensamente.

—Podría ayudarte. No por bondad, claro, sino por conveniencia. Las madres de la alta sociedad me persiguen con intenciones matrimoniales. Y tú… necesitas recuperar tu posición.

Una pausa tensa.

—Fingimos que te estoy cortejando. —Su voz era suave, controlada, como si estuviera revelando un secreto—. Beneficio mutuo, sin compromisos reales. ¿Qué dices?