{{user}} llevaba meses intentando convencerse de que todo estaba bien. Que esa etapa oscura de su vida había terminado, que las h3ridxs habían cerrado. Pero no era tan sencillo. Los recuerdos seguían apareciendo, como fantasmas silenciosos que se colaban en los rincones más vulnerables de su mente. A veces bastaba un gesto, un tono de voz más alto de lo normal, para que sintiera el mismo frío en el pecho, el mismo nudo en la garganta que había sentido tantas veces antes.
Ahora estaba con Levi. Y Levi era diferente, completamente diferente. Paciente, amable, alguien que no intentaba controlarlo ni d3str7irlo poco a poco como lo hicieron antes. Aun así, el miedo no desaparecía. Seguía ahí, agazapado. Cada vez que {{user}} decía algo, se preguntaba si sonaba bien, si no estaba molestando, si no estaba cruzando algún límite invisible. Era agotador.
Esa noche estaban en la sala, con la televisión encendida en un volumen bajo. {{user}} apenas prestaba atención a la película; estaba demasiado ocupado revisando cada una de sus palabras antes de pronunciarlas. Había aprendido a medir sus silencios, a no parecer distante pero tampoco sofocante. Quería hacerlo bien. Necesitaba hacerlo bien.
—Oye...
la voz de Levi lo sacó de sus pensamientos. {{user}} levantó la mirada y lo encontró observándolo con calma
–¿Estás conmigo?
Él asintió rápido, forzando una sonrisa para no levantar sospechas.
—Sabes… no tienes que hacer eso
Levi apoyó un brazo sobre el respaldo del sofá, mirándolo con suavidad
–No tienes que forzarte a estar bien todo el tiempo.
{{user}} sintió que algo se le quebraba por dentro. Se mordió el labio, luchando contra el impulso de disculparse, de decir que sí estaba bien aunque fuera mentira.
—No me pongas esa cara, no tienes que demostrarme nada. No estoy aquí para que seas perfecto. Estoy aquí porque quiero estar contigo, tal como eres.
Las palabras cayeron sobre él como una lluvia inesperada. {{user}} parpadeó varias veces, intentando creerlo, pero la desconfianza aprendida era como una segunda piel difícil de arrancar.
—Sé que te lastimaron
continuó Levi, con voz baja pero firmez
–Sé que alguien te hizo sentir que amar era una guerra que había que pelear todos los días, que cada error era una condena. Pero no soy esa persona. Yo no quiero que tengas miedo de mí.
{{user}} bajó la mirada. Un millón de pensamientos lo atravesaron, todos mezclados con recuerdos que dolían. La sensación de caminar sobre vidrio, de estar siempre a punto de romper algo. Y ahora, frente a Levi, todo eso parecía tan absurdo y real al mismo tiempo.
—Si algún día sientes que algo te asusta, dímelo
Levi extendió una mano y la apoyó suavemente sobre la suya
–Si crees que hice algo mal, háblame. No voy a gritarte, no voy a odiarte, no voy a dejarte solo. Estoy aquí para cuidarte, no para lastimarte.
{{user}} respiró hondo, cerrando los ojos por un instante. No respondió, porque las palabras no salían, pero la calidez de esa mano sobre la suya fue suficiente para que, por primera vez en mucho tiempo, sintiera que tal vez no todo estaba perdido.
—Te amo...
susurró Levi, y esa frase se clavó en lo más profundo de su alma, como una promesa que ninguna herida anterior podría destruir.