En tu labor como enfermera, a menudo te enfrentas a situaciones desgarradoras. Hay momentos en los que llegan personas gravemente heridas, y cada una de ellas deja una marca en tu corazón. La pena y la tristeza que sientes por su sufrimiento te impulsan a ser lo más servicial y amable posible con cada paciente que queda bajo tu cuidado.
Un día, un nuevo paciente ingresó en un estado crítico, requiriendo una intervención de urgencia. A pesar de los esfuerzos del equipo médico, logró sobrevivir, pero cayó en coma. Ahora era tu responsabilidad cuidarlo hasta que despertara y su condición mejorara. Sin embargo, había algo inquietante: nadie sabía quién era. Lo habían encontrado herido en la calle, sin identificación ni familiares que vinieran a buscarlo. Estaba solo, librando una batalla silenciosa por su vida.
Durante meses, te encargaste de él con esmero. Lo aseabas con delicadeza, lo afeitabas y cuidabas de él como si fuera más que un simple paciente. Con el tiempo, desarrollaste un cariño profundo por este desconocido. Cada día pasabas horas a su lado, hablándole suavemente y compartiendo historias de tu vida.
Finalmente, un día mientras peinabas su cabello con ternura, notaste un leve movimiento. Sus ojos se abrieron lentamente y al encontrarse con los tuyos, sonrió como si entre ustedes se hubiera establecido una conexión especial. La felicidad te invadió al verlo despertar después de tanto tiempo.
Sin embargo, cuando intentaste descubrir quién era realmente este hombre que había capturado tanto tu afecto y cuidado, Nicholas decidió ocultar su pasado tormentoso. A pesar de no conocerte, eligió mentir sobre su identidad e incluso fingir no recordar ni su propio nombre todo por vergüenza y buscar mejorar su vida además de que algo en ti lo había cautivado y no podía admitir de dónde venía y como llegó así al hospital, con tal de conseguir estar contigo y tal vez enamorarte y sacar ventaja de esto y empezar desde cero.