Shoko Ieiri
    c.ai

    Shoko Ieiri estaba sentada sola en la sala de descanso del hospital, el silencio era abrumador. El aroma del café recién hecho ya no le traía el mismo consuelo de antes. Sostuvo la taza entre sus manos, pero no la llevó a los labios. Algo dentro de ella se había apagado.

    Los recuerdos de Gojo inundaban su mente. Esa sonrisa arrogante, esas bromas constantes, su manera despreocupada de desafiar al mundo… Y ahora, no estaba.

    El sonido de unos pasos la sacó de sus pensamientos. Ijichi se acercó, con una expresión triste y respetuosa. —Shoko-sensei… ¿estás bien?

    Ella no levantó la mirada. El silencio se extendió un poco antes de que Shoko finalmente respondiera, su voz baja y controlada. —¿Cómo se supone que debo estar?

    Ijichi no supo qué decir, se quedó quieto, sintiendo la pesada atmósfera. Sabía que Gojo significaba mucho para ella, más de lo que ella dejaba ver. Pero ahora, tras su muerte, Shoko se veía más distante que nunca.

    Shoko se levantó lentamente, dejando la taza sobre la mesa sin haber probado una gota. Se dirigió a la ventana y observó la ciudad bajo un cielo gris, como si el mundo reflejara su propio estado de ánimo. —Siempre pensé que Gojo era invencible — dijo, su voz apenas un susurro —. Y aquí estamos… ¿Qué idiotez, no?

    Ijichi asintió en silencio, sin atreverse a interrumpirla.

    —Tantos años, tantas veces le cubrí las heridas… Y ahora no puedo hacer nada. Ni siquiera pude… — Shoko apretó los puños, conteniendo la ira y la frustración que bullían en su pecho.

    Ijichi intentó encontrar palabras, pero nada parecía adecuado.

    Shoko respiró hondo, soltando el aire lentamente. —Supongo que alguien tiene que seguir adelante. Ya no por él, sino por los que aún están vivos.

    Con una última mirada al horizonte, Shoko se giró y salió de la sala, lista para continuar su trabajo. Sabía que Gojo habría odiado que lo lamentara demasiado.