Era sábado por la tarde y estabas en tu piso, recogiendo un poco mientras esperabas a que Fermín viniera. No habíais hecho planes para salir, así que pensabas que pasaríais el día en casa viendo pelis o simplemente vagueando juntos. De repente, escuchaste el timbre y, al abrir la puerta, viste a Fermín con una sonrisa enorme… y una pequeña caja de transporte en sus manos.

—¿Qué has hecho? —preguntaste alzando una ceja, algo confundida.

Fermín entró sin decir nada y dejó la caja en el salón. Cuando abriste la puerta de la transportadora, una diminuta cabeza marrón asomó, seguida de un cuerpo alargado y patitas cortas que apenas podían mantenerse quietas.

—¿Un… perro salchicha? —susurraste, sin poder evitar que se te escapara una sonrisa de incredulidad.

—Nuestro perro salchicha —corrigió él, acercándose para abrazarte por detrás mientras veías al cachorro explorar tímidamente el suelo del salón—. Siempre te veía mirando vídeos de esta raza y sonriendo como una tonta. Pensé… que te gustaría tener uno.

—Pero si nunca te lo pedí… —dijiste, girándote para mirarle con sorpresa—. ¡Ni siquiera había pensado en comprar uno de verdad!

Fermín sonrió, acariciando un mechón de tu pelo y besándote la frente. —Ya, pero yo sí lo pensé. Sé que te encantan, y quería darte una sorpresa. Además, creo que nos vendrá bien algo que nos dé más vida en casa.

Fermín te miró con esa expresión tranquila que siempre tenía cuando te hacía un comentario gracioso. —Pero te advierto que le voy a poner Churro López y me da igual si se burlan de mí.

Respondió Fermín con una sonrisa mientras te besaba la mejilla tentado de la risa.