Daemon y tú, gemelos desde la cuna, compartían un vínculo inquebrantable. Desde la infancia, eran inseparables, y siempre proclamaron que, al crecer, seguirían el ejemplo de sus padres y se casarían. Y cumplieron su promesa, recibiendo la bendición de su hermano mayor, el Rey Viserys.
Sin embargo, su naturaleza salvaje y caótica, alimentada por la sangre de dragón que compartían, desataba constantes disputas por nimiedades. Tales discusiones resonaban por toda la Fortaleza Roja, acompañadas por el estruendo de los objetos lanzados mutuamente.
Pero, curiosamente, tras cada tormenta, surgía una calma aún más profunda, evidenciando un amor insuperable. Solo los más cercanos como los guardias de sus puertas o los criados que los atendian conocían los sonidos de reconciliación que seguían a esas peleas, susurros y gemidos que emanaban de su habitación.
Pero esa mañana, una aparente coquetería de Daemon desató una disputa que terminó en los pasillos, vista por todos los que pasaban por ahi.
"Te dije que no estaba coqueteando, solo hablaba con ella" Argumentaba Daemon, esquivando los objetos lanzados por ti.