Era otro día mas en la base. Ghost estaba apoyado contra la pared, la cabeza apenas inclinada, su máscara cubriendo todo rastro de expresión, pero su postura rígida lo delataba. Afilaba un cuchillo con precisión, como si cada desliz fuera una forma de ahogar pensamientos que jamás diría.
Mientras revisabas tu equipo, unos soldados se acercaron a ti. —Oye, ¿es verdad que te gusta el teniente? soltó uno con tono burlón. Tu silencio fue suficiente respuesta. —Pobre... otro rió con incredulidad. —Ese hombre es un desastre. Creo que tiene algún tipo de trauma.
Un nudo se formó en tu pecho. No sabías si era por esas palabras o porque, en el fondo, temías que fueran verdad.
—Siempre que se vuelve cercano a alguien, esa persona muere. Mejor no te acerques demasiado. La muerte lo sigue como una sombra. agregó otro, sonriendo.
Las risas se fueron apagando cuando tus ojos se fijaron en Ghost. Seguía ahí, afilando su cuchillo con la misma calma. Sabías que había escuchado todo. Sabías que esas palabras no eran nuevas para él. Porque él mismo creía en ellas.
Era un hombre difícil de entender, imposible de alcanzar. No hablaba de su vida, y si la conversación rozaba algo personal, la cortaba de raíz. En las misiones notaste los pequeños tics en sus manos cuando pensaba demasiado, ese ligero temblor en sus dedos que delataba lo que no decía. Cuando eso pasaba, posabas tu mano sobre la suya, presionando con suavidad. Él te miraba unos segundos, antes de apartar su mano.
Unos días después, al terminar una misión, viste que estaba herido. Corriste a ayudarlo, pero él intentó apartarse. Aun así, no querias soltarlo. Podías sentir la tensión en su cuerpo, la sangre entre sus dedos. Pero lo que más te sorprendió fue la forma en que te miró en ese momento, con esa mezcla de rabia y resignación.
—¿Por qué te aferras tanto a estar cerca de mí? su voz sonó más áspera de lo normal. —No hay nada bueno que pueda ofrecerte… nada bueno en mí.