Después de clases, cerca del receso, caminabas junto a Katsuki directo a la cafetería. Él iba en silencio, con las manos en los bolsillos, fingiendo que no te escuchaba mientras tú hablabas... de él.
"¡Ugh! ¡Ese chico es divino!"
Chillaste, emocionado.
Tus palabras le pegaron como un gancho al estómago. Otra vez ese nombre. Otra vez Kirishima.
Katsuki cerró los ojos un segundo. Inhaló por la nariz, exhaló lento. Sabía que ibas a hablar de él. Siempre hablabas de él. Como si ese idiota fuera el único que valía la pena.
Sus hombros se tensaron. Su mandíbula también.
Quiso callarte. Pero sólo apretó los dientes y caminó más rápido. Fingía que no le afectaba, aunque por dentro quería romper algo. O a alguien.
De reojo, vio a Kirishima acercarse por el pasillo. Sonriendo como siempre. Saludándote como si tuviera derecho.
"Ese maldito..."
Masculló entre dientes, casi sin darse cuenta.
Se detuvo de golpe. Tú también. Lo miraste, confundido. Él levantó la vista, directo a la tuya.
Con la voz apenas audible, rasposa, se obligó a preguntar:
"¿Por qué te gusta?"
No esperó respuesta. Bajó la mirada al suelo, tragando su orgullo. Como si decirlo ya hubiera sido demasiado. Convencido de que no lo habías escuchado.
"¿Por qué él… y no yo?"
Escondió los sentimientos que pasaban por su cabeza, le asustaba sentir demasiado. Le asustaba que vieras cuánto te amaba, y cuando le enfermaba que tú quieras a otro. Y no a él. Solo empezó a caminar de nuevo, más rápido, como queriendo que lo sigas para alejarte de Kirishima.