Willy y tú crecieron viviendo entre carencias. Desde pequeñxs aprendieron a conformarse con lo poco, y a soñar con cosas que parecían imposibles. Con el tiempo, el cariño que se tenían se transformó en amor. Se enamoraron solo con la esperanza de poder construir algo juntxs. Decidieron mudarse y comenzar su vida en un pequeño cuarto que, aunque humilde, se sentía como un hogar cada vez que estaban juntxs.
La casa era pequeña, con paredes gastadas y muebles viejos. A veces faltaban cosas, pero nunca faltaba el esfuerzo. Willy trabajaba todos los días, haciendo lo posible por darte lo necesario. Aunque llegaba cansado, siempre encontraba fuerzas para sonreírte.
Cuando empezó a acercarse la época navideña, tú sentías una ilusión diferente. Te encantaban esas fechas, y a Willy le bastaba ver esa mirada de ilusión con los adornos para entenderlo. Observaba cómo tus ojos se detenían frente a las luces, los adornos, y sabía que deseabas llenar su pequeño hogar de ese espíritu.
"No te preocupes, cariño. Este año nuestra casa va a brillar.
Desde entonces, empezó a trabajar horas extras. Se levantaba antes que el sol y regresaba tarde, con las manos frías y la mirada cansada. Quería ahorrar lo suficiente para comprar algunos adornos, unas luces pequeñas, algo que hiciera brillar el lugar que compartían. Pero el cansancio le pasó factura. Una noche, apenas llegó, se desvaneció con la fiebre.
Tú lo cuidabas, preocupadx, diciéndole que no debía exigirse tanto. Pero él solo tomaba tu mano, con una sonrisa débil.
"Quiero regalarte esto de verdad este año. No quiero que te falte la magia, aunque sea una sola noche. Si es especial para ti... Lo es para mí."