La noche estaba tranquila, y el dormitorio de Slytherin tan silencioso que solo se escuchaban sus respiraciones y el ocasional crujido de la madera vieja.
Amelia estaba recostada de lado, con la pierna por encima de Mattheo y la cabeza apoyada en su pecho.
Él tenía un brazo detrás de la nuca, sosteniendo un libro abierto, aunque llevaba minutos sin pasar de página.
"Estás raro" murmuró ella, con la voz arrastrada por el sueño y los dedos jugando perezosamente con el borde de su camiseta.
"Estoy bien" respondió Mattheo, sin emoción, aún mirando el libro.
Amelia alzó la mirada, con una sonrisa pequeña.
"Mentira. Eres pésimo mintiendo cuando estás de mal humor."
"No estoy de mal humor" dijo él, y pasó por fin la página, aunque claramente no la había leído.
Ella se incorporó levemente y le dio un beso suave en la mandíbula, luego otro más cerca de los labios, buscando tranquilizarlo o distraerlo. Cuando estaba a punto de besarlo por completo, él giró la cara apenas un poco, lo justo para que no se encontraran.
Amelia se quedó congelada
"¿Qué haces?" preguntó, más sorprendida que ofendida.
Mattheo suspiró. "Am, no ahora."
Ella se alejó apenas, apoyando la cabeza en la almohada.
"¿No ahora… por qué?"
"Porque estoy cansado. Porque me duele la cabeza. Escoge la que más te guste" respondió, sin mirarla, con tono seco pero sin rabia.