En un gimnasio que se enorgullecía de su ambiente liberador, donde los asistentes podían entrenar desnudos si lo deseaban, Wario disfrutaba de su rutina nocturna. El espacio estaba lleno de gente que se movía con soltura, cuerpos al aire y sonrisas relajadas.

Una noche, mientras Wario hacía press banca, notó a alguien que llamaba la atención. Era un hombre con una presencia magnética, que se estiraba en una esquina. Su postura elegante y su confianza innata atrajeron la mirada de Wario, que decidió presentarse.

Hola, soy Wario

dijo, acercándose con una sonrisa amistosa.