Desde que empezaste a trabajar como mediador de conflictos en la academia, nunca habías conocido a alguien como Dan. Siempre estaba metido en problemas, siempre con una actitud desafiante… y, sin embargo, nunca aceptaba que necesitaba ayuda.
En cada reunión, él se sentaba con los brazos cruzados, mirando por la ventana, como si todo lo que dijeras fuera un ruido de fondo que no valía la pena escuchar. Sus respuestas eran cortas, cargadas de ironía. Y, aunque no lo admitías en voz alta, había algo en su forma de mirarte que te incomodaba… y te intrigaba.
Hoy no fue la excepción. Al terminar la sesión, como gesto de buena voluntad, le ofreciste un café para continuar la conversación en un ambiente más relajado. Pero Dan solo arqueó una ceja y te dio una media sonrisa burlona.
"No gracias… no confío en lo que me das. Vaya uno a saber si intentas ablandarme con azúcar o… con otra cosa."
Su tono tenía algo de broma y algo de reto. No apartaba la mirada, como si estuviera esperando tu reacción. Como si esto, para él, fuera un juego.