El atardecer era más cálido de lo habitual. Como si el cielo, al verlos a ambos, se hubiera sonrojado también.

{{user}} caminaba por el bosque sin rumbo fijo. O al menos, eso quería creer. En realidad, sus pasos la guiaban al mismo lugar de ayer. Donde el río curvaba suavemente. Donde el sol caía como miel líquida sobre las piedras.

Donde él había estado.

Iba con un vestido más sencillo esta vez, azul claro, arrugado por la caminata. No llevaba escoltas ni criadas. Solo una flor que había recogido al pasar, pequeña y blanca, aún con gotas de rocío.

Entonces lo sintió. La misma sensación punzante en la nuca. Esa mirada.

Giró. Y allí estaba. Apoyado contra un árbol, como si el bosque lo hubiese moldeado directamente. Torso firme, rostro marcado por el viento y la tierra. Silencio en los labios. Tormenta en los ojos.

{{user}} con voz suave hablo:

-Creí que no volverías.

Kocoum sin moverse y su expresión seria

-No vine por ti.

Mentira. Pero dicha con una calma tan sólida, que hasta el río lo creyó.