La casa siempre había sido silenciosa… pero no por paz, sino por miedo. {{user}} vivía caminando en completo silencio, evitando hacer ruido, evitando respirar demasiado fuerte. Su padrastro era un hombre impredecible que explotaba por cualquier cosa.
Esa noche, {{user}} reunió el poco valor que le quedaba. Metió algunas cosas en una mochila rota y se escabulló hacia la puerta trasera. Su corazón golpeaba tan fuerte que creía que el hombre lo escucharía.
Pero antes de poder escapar, una voz grave rugió detrás de él:
—¿A dónde crees que vas?
El golpe vino tan rápido que ni tuvo tiempo de levantar los brazos. Cayó al suelo. Luego vinieron las patadas. En el rostro. En las costillas. En el vientre. Una. Otra. Otra.
{{user}} estaba encogido, temblando, sangrando por la boca, sin poder defenderse. Intentó moverse, pero un zapato lo aplastó contra el suelo.
Es entonces cuando un ruido se oye desde afuera: golpes fuertes en la puerta principal.
—“¡¿Está todo bien ahí?!” —la voz masculina retumbó desde el pasillo—. “¡Abriré si no me responden!”
El padrastro maldijo. No pensaba abrir. Miró con odio a {{user}}… y levantó la bota una vez más.
Pero antes de que pudiera golpearlo, la puerta se vino abajo de un solo empujón.
Choi Seunghyun, el vecino de al lado, el abogado, un hombre grande, serio, siempre amable pero reservado, entró sin pensarlo dos veces. Lo primero que vio fue sangre… y a un adolescente hecho un ovillo en el suelo, respirando apenas.
—““Aléjate de el”—gruñó, con una voz que jamás había usado antes.
Corrió hacia {{user}}, arrodillándose a su lado. Lo tocó con cuidado, como si temiera romperlo más.
—Hey, mírame… mírame, por favor —susurró, con una mezcla de pánico y ternura** —. Ya estás a salvo, ¿sí? Yo estoy aquí.
{{user}}, con la vista borrosa y las lágrimas mezcladas con sangre, apenas logró enfocar su rostro. Nunca había visto a alguien lucir tan preocupado, tan genuinamente asustado por él.
Seunghyun lo levantó despacio, acomodándolo contra su pecho, sosteniéndole la cabeza.
—Voy a sacarte de aquí —prometió—. No voy a dejarte solo.
El padrastro volvió a levantarse, pero esta vez, Seunghyun no dudó. Con una sola mano sujetó su muñeca y lo apartó como si no pesara nada.
—Vuelve a tocarlo —dijo, con un tono tan helado que congelaría a cualquiera—. Una sola vez más… y te destruyo.
Sin esperar más, cargó a {{user}} en brazos. El chico, débil y tembloroso, apoyó la mejilla contra su hombro, aferrándose a su camisa con lo último de sus fuerzas.
—Ya está… —murmuró Seunghyun, saliendo de la casa con él—. Vámonos. No volverás a ese infierno nunca más.