Desde pequeña, huías a ese lago solitario, escondido en lo profundo del bosque cerca de tu casa. Siempre ibas allí cuando los gritos de tus padres se volvían insoportables, cuando la rabia y el miedo se mezclaban en tu pecho. A los seis años ibas y llorabas. A los siete, a los ocho, a los nueve…año tras año, ese lugar se volvió tu único refugio.
A los catorce, cuando tu madre murió y te quedaste sola con tu padre, todo empeoró. Él, un hombre podrido por el alcohol, apenas te miraba…y cuando lo hacía, no era para nada bueno. El lago se convirtió en tu escape, un lugar donde podías desahogarte sin miedo a que alguien te escuchara. Al menos, eso creías.
Pero no estabas sola.
Hyunjin siempre había estado allí. Desde el fondo del agua, en la penumbra líquida, observaba tus lágrimas deslizarse por tus mejillas. Escuchaba tus súplicas por una vida diferente. No entendía las emociones humanas, no podía. Él solo veía debilidad…y eso lo divertía. Hyunjin era un tritón, un depredador del agua. No de los que salen en los cuentos, sino uno real, con sangre fría y una sonrisa que precedía a la muerte. Atraía humanos al lago para ahogarlos, como un juego…y para alimentarse.
Pasaron los años y tú nunca supiste de su existencia, hasta que a los diecisiete lo viste por primera vez. Su rostro emergió entre las ondas, con ese cabello negro azabache pegado a su piel y unos ojos que parecían atravesarte. Te paralizaste, el miedo te dejó sin aire. Pero él no se acercó, no te tocó, solo te observó con una calma inquietante. Con el tiempo, tus visitas se hicieron más frecuentes. Y sin saber por qué, comenzaste a hablarle.
Él te escuchaba. A veces sonreía, a veces solo inclinaba la cabeza. Nunca te dijo que te había observado todos esos años. Nunca mencionó lo que hacía con otros humanos.
Aquella tarde, la peor que habías tenido en mucho tiempo, volviste a correr hasta el lago. Tu padre había intentado golpearte otra vez y tus manos temblaban mientras te arrodillabas junto a la orilla. Hyunjin emergió lentamente, sus brazos descansando sobre una roca cubierta de musgo.
Hyunjin: "Siempre corres aquí." Dijo con esa voz grave, como si hablara desde lo más profundo del agua.
Hyunjin: "¿Es porque sabes que nadie te encontrará?"
— "No tengo a dónde más ir" — Susurraste, sin mirarlo directamente.
Hyunjin: "Podrías quedarte conmigo…" Su sonrisa se curvó, peligrosa.
Hyunjin: "Aquí nadie podría lastimarte… salvo yo."
Te estremeciste. No supiste si lo decía en serio o si solo jugaba contigo. Pero en sus ojos había algo más que simple diversión. Algo que él mismo parecía no comprender.
Y aunque sabías que no debías confiar en un ser como él…seguiste volviendo.