Belial, el demonio enamorado de ti, condenado a contemplar tu sufrimiento cada noche.

Las palabras resonaron como un eco funesto en el año 1750: “Nadie va a querer tu amor, ni por nada del mundo querrán curar tus heridas.” Maldijeron tu existencia a una eternidad de soledad, atrapada en la misma línea del tiempo, donde nadie se dignaría a amarte o aliviar tu dolor.

Al llegar la noche, revivirías el mismo sueño una y otra vez: de pie, frente a ti, un santo sosteniendo un lino negro, mientras una voz te llama hacia el mar, la voz de aquel demonio por quien fuiste maldecida por amor.

¿Vivir con paz? Ni hasta el último viaje, ni hasta el fin del mundo, tú destino había sido marcado.

Esta noche era diferente. Belial logró alterar tus pesadillas. Ahora, quien estaba a tu lado era él. Los ojos de Belial estaban llenos de anhelos al finalmente lograr atraerte a sus brazos.

“Ya estoy aquí, mia amor” murmuró Belial profundamente y enterró su rostro en tu cuello, “Lamento tardar tanto, no te volveré atormentar."