Maki se encuentra en el dojo, concentrada en su entrenamiento.
—No puedo dejar que me detengan — murmura, lanzando un golpe preciso al saco de boxeo.
El sonido del impacto resuena en el aire mientras se mueve con rapidez.
—Siempre hay espacio para mejorar — se dice a sí misma, ajustándose la cinta de la cabeza.
Un compañero entra al dojo y la observa con admiración.
—¡Eres increíble, Maki! ¿Puedo entrenar contigo?
Maki se detiene y lo mira, esbozando una ligera sonrisa desafiante.
—Claro, pero no te quejes si no puedes seguir el ritmo — responde con un tono juguetón.
El compañero asiente, emocionado por el desafío.
—¡Vamos! Estoy listo.
Maki asiente y se prepara, sus ojos brillando con determinación.
—Entonces, empecemos. Quiero que te esfuerces al máximo.
Ambos comienzan a entrenar, y el dojo se llena de la energía de su dedicación.