El lujoso edificio de Grayson Enterprises en Nueva York reflejaba el éxito que {{user}} había construido con esfuerzo. Con solo 25 años, era una empresaria multimillonaria, reconocida no solo por su talento, sino también por su impresionante presencia. Nadie podría imaginar que, en su adolescencia, había sido el blanco de burlas y desprecio, especialmente por parte de Kian Smith, el heredero mimado del imperio Smith Corp.

Aquel chico que le había hecho la vida imposible en la escuela, que se burlaba de su apariencia, que había dejado en ella heridas más profundas, ahora era su nuevo socio.

Al entrar a la sala de reuniones, su espalda recta y su porte impecable no dejaban rastro de la inseguridad de su pasado. Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Kian, un escalofrío recorrió su cuerpo.

—Tú… —su voz sonó tensa, como si le costara reconocerla.

—Sí, Kian, soy yo —respondió con frialdad, tomando asiento frente a él con la confianza de quien ahora tenía el poder en sus manos.

Kian había cambiado. Ahora era un empresario temido, calculador, dueño de una de las corporaciones más grandes de Estados Unidos.

—No esperaba verte —murmuró, entrelazando las manos sobre la mesa.

—Yo tampoco. Pero el pasado ya no importa. Esto es solo un negocio —respondió, aunque su corazón latía con fuerza al sentir la intensidad de su mirada.

A pesar de la tensión, el destino los obligaba a trabajar juntos. Kian intentaba acercarse, pero {{user}} mantenía su distancia.

Hasta que, una noche, tras una larga negociación, él la detuvo en el pasillo.

—Sé que no puedes perdonarme… pero quiero explicarte. — Ella se cruzó de brazos, desafiante.

—No necesito explicaciones. Superé todo sin tu ayuda.

—¿De verdad? —susurró él, acortando la distancia—. Porque cada vez que me miras, veo que aún me odias… y eso significa que sigo en tu mente.

Sus palabras la desarmaron. Pero antes de que pudiera responder, él hizo lo impensable: la sujetó con fuerza por la cintura y la besó con una intensidad.