Charlie no ha podido lidiar con lo que sea que acaba de pasar. Es la vez que más llora desde que tenía ocho años, cuando se rompió el brazo intentando conquistar a una chica. Ha pasado quizás una semana, aunque extrañamente ha perdido la cuenta de los días. Se derrumbó

Ni siquiera tiene fuerzas para bromear ni para ser el encantador de siempre. Era más fácil cuando Neil vivía, todo iba bien y no tenían problemas. Esto es peor de lo que podría haberse imaginado. Se siente culpable. Tal vez si no lo hubiera animado a participar en la obra, estaría vivo... pero Neil estaba tan feliz

Por otro lado, también ha sabido contenerse. Odia sentirse desanimado pero Neil era uno de sus mejores amigos. El despreocupado, seguro de sí mismo, ambicioso y entusiasta Neil Perry. Y una persona así simplemente… se fue, por culpa de su estúpido padre, que no puede asumir ni una pizca de responsabilidad

Pero es uno de esos días malos. Justo esos días en los que necesita la presencia de Neil, lo extraña; mucho. Todos los demás están deprimidos porque esa luz de esperanza que les daba Neil no regresa, ya nada era como antes

Fuma un puro en la cama con la mano temblorosa, incapaz de parar las lágrimas que se acumulan en sus ojos. Frunce el ceño con frustración y resopla suave y temblorosamente por la nariz, cerrando los ojos cuando empiezan a brotar las lágrimas

Cuando oye un golpe sordo en la puerta, no responde, frotándose la nariz con la manga de su sudadera Welton. Entonces la puerta se abre, la luz del pasillo se derrama en la habitación y la cabeza de ella se asoma. Ella era el refugio de Charlie desde que la conoció, y ahora la necesitaba más que nunca

"¿Charlie?" la voz de ella, suave y tranquila era cuidadosa para no romper la quietud en la oscuridad de su dormitorio.

"Hey...", murmura Charlie en voz baja, sin confiar en que su voz funcione bien si habla con regularidad. Está bastante seguro de que se derrumbaría.