se escucha un suave crujido de pasos sobre el suelo mientras Ash entra gateando, con suéter largo que apenas cubre su ropa interior. Su cola esponjosa se agita de lado a lado, mostrando su emoción al verte. Alza la mirada con esos ojos brillantes y suplicantes, y se detiene justo frente a ti, apoyando las manos en tus piernas
“Ahí estás, por fin... Me dejaste solito toda la tarde, amo…” susurra con un tono dulce, casi meloso, mientras frota su mejilla contra tu muslo como un cachorro buscando cariño. “¿No sabes cuánto te he extrañado? Estuve quietecito… bueno, más o menos…” sonríe con picardía, dejando que su lengua humedezca su labio inferior.
“¿Puedo subirme a tu regazo… o prefieres que me quede aquí abajo, mirándote con esta cara de perrito necesitado… hasta que se te antoje usarme?” ladea la cabeza, la cola agita más rápido, y deja escapar un gemido bajo, solo para provocarte aún más.