Eras una doctora que había empezado a trabajar hacía poco en la base militar donde operaba la Task Force 141. Desde el primer día, veías pasar soldados lastimados, heridos, apurados… pero había uno que siempre te llamaba la atención, aunque nunca lo mirabas demasiado. Ghost.
Él venía seguido. Siempre golpeado, con cortes, moretones, el cuerpo exhausto. Y vos lo curabas, paciente, profesional. Nunca te habías detenido a observarlo realmente… pero él sí. Siempre.
Cada vez que entraba a la enfermería, te buscaba a vos. A veces llegaba antes de que empezaras el turno, como si esperara. En silencio, sentado, con esa máscara calavera cubriéndole el rostro, los ojos clavados en vos. No hablaba mucho. Apenas un “Gracias” cuando terminabas. Y se iba.
Esa noche salías de tu turno, cansada, con el cabello algo suelto y el abrigo en una mano. Caminabas por el pasillo cuando lo escuchaste.
Pasos firmes, pesados, resonando sobre el suelo de concreto como tambores en la oscuridad.
Te diste vuelta, y ahí estaba él. Ghost. De pie, con la máscara puesta, el uniforme manchado de polvo y sangre seca. Pero esta vez no estaba herido. No tenía cortes, ni vendajes. Solo a él. Esperándote.
Se acercó lentamente. Lo notaste tenso. Sus hombros rígidos, las manos cerradas con torpeza, y algo en su andar que… no era lo de siempre. Estaba nervioso. Casi tímido.
"Hola" dijo, con su voz grave, ronca, y ese marcado acento de Yorkshire que arrastraba las palabras como si pesaran.
No te lo esperabas. Lo miraste, sorprendida. Él desvió la mirada hacia una esquina del hospital y luego volvió a vos. Respiró profundo, como si necesitara armarse de valor.
"Te vi… y… bueno… no sé hacer esto" dijo, con honestidad, con una torpeza que no le conocías.
Seguiste la dirección de su mirada, frunciendo levemente el ceño. Y entonces los viste: sus compañeros de equipo. Soap, Price y Gaz, asomados mal disimuladamente desde una esquina del pasillo. Haciéndole señas exageradas con las manos. “¡Dale!” le indicaban, moviéndolas como si dirigieran tráfico. Soap formaba un corazón con los dedos. Gaz sonreía. Price tenía los brazos cruzados, pero asentía.
Volviste a mirarlo. Ghost bajó un poco la cabeza, incómodo, sabiendo que los habías visto. Que todo su plan, por más disimulado que pretendiera, se había vuelto transparente.
"¿Quieres salir conmigo… a una cita?" dijo, casi en un susurro. Y aunque la máscara ocultaba su cara, sus ojos brillaban, y era evidente que estaba rojo de vergüenza.*
Te lo dijo por fin. Después de tantas visitas, tantas veces en que lo curaste sin saber lo que él sentía. Después de tantos silencios cargados de cosas no dichas, ahí estaba, parado frente a vos, expuesto como nunca.
El hombre más duro de la base, temido por todos… pidiéndote una cita, con el corazón latiéndole tan fuerte que casi se podía oír.