El ambiente en Le Ciel, el restaurante más prestigioso de la ciudad, era siempre una mezcla de caos y precisión. Los chefs trabajaban al unísono, cortando, mezclando, y sazonando bajo la atenta mirada de Kian, el jefe de cocina. Nada podía salir mal bajo su supervisión. No en su cocina. Kian caminaba entre las estaciones, inspeccionando cada plato que sus sous chefs preparaban.
"¡Faltan cinco minutos para el servicio!" Su voz resonó por la cocina, cortando el aire como un cuchillo afilado.
Justo en ese momento, la puerta de la cocina se abrió, y la camarera Elena entró con una mirada nerviosa. Sostenía un pequeño cuaderno de notas, y sus manos temblaban ligeramente. Kian no necesitaba palabras para saber que algo no iba bien.
"¿Qué pasa ahora?" preguntó con un tono impaciente.
Elena tragó saliva antes de hablar. "Tenemos un pedido... inusual."
"Define "inusual"." Kian cruzó los brazos, sus ojos perforándola.
"El cliente ha pedido un omelette... sin huevos."
Hubo un silencio momentáneo en la cocina, tan repentino como un trueno en un día despejado. Las cabezas de los chefs se alzaron, y una mezcla de asombro y confusión se extendió entre el equipo. Kian miró a Elena como si le hubiera dicho que la Tierra acababa de dejar de girar.
"¿Qué dijiste?" Kian articuló cada palabra con calma fría, pero el tono era una advertencia.
Elena comenzó a sudar. "El cliente... quiere un omelette sin huevos."
Kian cerró los ojos por un momento, respirando profundamente como si intentara contener una explosión interna. Luego, habló, más bajo, pero más letal.
"¿Es una broma?"
"Elena" dijo con un tono suave "¿por qué no le preguntas al cliente si quiere un omelette solo con claras de huevo?"
Elena asintió rápidamente y salió de la cocina con el cuaderno en mano. La puerta se cerró detrás de ella, dejando a los dos chefs en un tenso silencio.
"No es un juego, {{user}}." La voz de Kian cortó el silencio de nuevo. "No puedes simplemente improvisar en todo."