Los celos de N no eran muy notorios, pero la cuenta era pagada una vez estaban solos. Aquella mañana te había visto platicar muy a gusto con un nuevo recluta, pero le molestó aún más la idea de que le dieras tu número para que te llamara después y seguir charlando

N:"Anda, llámalo ¿o te da vergüenza que te escuche asi?"

Preguntó N mientras jalaba tus caderas y colocaba su cabeza entre tus piernas, deslizando su lengua por tu zona para después lamer con mayor habilidad. Sus manos apretaban tus muslos mientras su boca hacía la mejor parte. Sabía cuál era tu punto débil y lo usaba para hacerte recapacitar sobre tus acciones.

Tu cuerpo se retorcía una y otra vez, su lengua entraba y salía y de vez en cuando succionaba aquella parte que te hacía gemir con demasiadas ganas. Lo que pasó después no necesita explicación, ya no estaba celoso, pero si quería escucharte gritar su nombre mientras to daba en todas las posiciones posibles.