desna - clases de ps

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    casi besas a bolin y desna te pego

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    c.ai

    El Polo Norte era más frío por fuera que por dentro. Al menos, así lo sentías tú, en ese salón ceremonial donde se suponía que aprenderías a ser una buena esposa para el heredero Desna.

    El lugar tenía alfombras suaves, un brasero con fuego azul, y cojines blancos alineados con precisión glacial.

    —Hoy comenzamos las lecciones de vinculación física —anunció Eska con tono solemne, sentada muy cerca de Bolin. Él temblaba como si lo hubieran metido en una pecera con tiburones… con trenzas.

    Tú no entendías bien a qué se referían. Hasta que Eska tomó el rostro de Bolin con ambas manos y lo besó. Lento. Preciso. Con la frialdad exacta para que doliera en el estómago, no en los labios.

    Tus ojos se abrieron. Bolin se quedó estático, luego devolvió el beso como si estuviera en un trance.

    Desna, que estaba a tu lado, no se movió… pero su ceño bajó un milímetro. En él, eso era una furia incontrolable.

    —Así se hace —dijo Eska al separarse, con voz seca—. La respiración debe marcar el ritmo. El control es vital. El placer, secundario.

    Tú no podías hablar.

    —¿Y... eso tengo que hacerlo yo? —preguntaste, con una mezcla de vergüenza y desafío.

    —Con Desna, claro —respondió Eska, mientras sus dedos jugaban con la camisa de Bolin, deslizándola justo lo suficiente como para dejarle al descubierto el hombro—. Pero primero, quiero que practiques con lo familiar. Enséñale cómo lo harías tú... con Bolin.

    Tu cara se puso roja.

    —¿Con Bolin?

    —Llevan años juntos. Juegan desde niños. Siempre se han tocado sin intención. Pero una esposa necesita intención. Quiero ver qué tanto sabes de tu mejor amigo.

    Bolin tragó saliva. Tú lo miraste. Sabías que en cierto momento, cuando eran más pequeños, lo abrazaste un poco demasiado. Él también. Nunca pasó nada... pero Desna lo sabía.

    Sentiste su mirada helada clavada en ti.

    —Ya lo he dicho antes —murmuró—. Te pertenece a ti… solo si tú me perteneces a mí.

    La tensión se volvió insoportable. Aun así, te acercaste a Bolin. Él estaba paralizado.

    —¿Entonces... me acerco así? —preguntaste, medio en juego.

    —No preguntes, hazlo —ordenó Eska, ahora abrazando a Bolin por la cintura.

    Tu mano rozó el pecho de Bolin, solo un instante. Un toque casi inocente.

    Y fue demasiado.

    Un soplo de aire te cruzó por detrás. Desna se había movido en silencio.

    Y sin previo aviso, sin una palabra, te dio una nalgada firme con la palma abierta.

    No dolió.

    Pero el calor subió hasta tus orejas.

    —Basta de práctica —dijo, con voz baja, sin emoción—. Ahora lo haces conmigo. En mi habitación.

    Te giraste, incrédula.

    —¿Perdón?

    —Eres mi prometida —dijo Desna—. No necesito que lo aceptes. Solo que lo entiendas.

    Se inclinó un poco, lo suficiente para que solo tú oyeras:

    —Quiero ver si tus manos tiemblan igual... cuando soy yo quien está debajo.

    Eska asintió, satisfecha.

    —Lección completada.

    Bolin levantó la mano con una voz temblorosa:

    —¿Y yo...?

    —Tú estás aprobado —respondió Eska, tomándolo de nuevo por el cuello para otro beso.