El concierto de {{user}} había terminado, las luces del escenario todavía parpadeaban y el eco de los gritos del público vibraba en el aire. Entre ese caos eléctrico, Erwin cargaba a {{user}} rumbo al backstage, decidido a que descansara, recogieran sus cosas y regresaran al hotel antes de volver a la mansión al día siguiente.
Pero, para desgracia de Erwin, justo cuando iban a retirarse, {{user}} dio un salto directo hacia la multitud. Los fans estallaron en euforia al verlo acercarse y de inmediato extendieron manos, libretas, teléfonos, lo que fuera para una firma o un toque suyo. Él, sonriendo, comenzó a firmar cuanto podía.
Pasaron varios minutos hasta que {{user}} logró regresar al borde del escenario, sudado, radiante y con la adrenalina aún corriendo por sus venas. Querían retirarse de inmediato, pero la zona estaba tan abarrotada que ya no podía moverse ni un paso.
Erwin, que lo observaba desde arriba con esa mezcla de paciencia y severidad que le era tan natural, finalmente avanzó. Sin pedir permiso, simplemente lo tomó de la cintura y lo levantó con un solo brazo, como si no pesara absolutamente nada. La multitud se abrió en un instante al verlo.
”Vamos” murmuró, llevándolo fuera del tumulto sin esfuerzo alguno.
{{user}}, en brazos de él, no pudo evitar reírse un poco mientras lo llevaba a su sala privada a recoger sus cosas.
”Te dije que no saltaras al público…” le recordó Erwin con una voz grave y tranquila, aunque el leve rubor en sus orejas lo traicionaba.