Hace muchos años existió una mujer llamada Elisa Afton. Era pobre, pero creaba las joyas más hermosas del pueblo, piezas hechas con perlas únicas que solo ella sabía trabajar. Sin embargo, personas ricas y malicixsas la estafaron; se quedaron con sus diseños y los convirtieron en “linaje familiar”. Cuando ella intentó reclamar su autoría, la hundieron con acusaciones falsas y le mancharon el nombre a la familia Afton.
Detrás de ese trabajo estaba su hijo, Cardan, un niño que creció viendo cómo humillaban a su madre sin entender por qué. Con el tiempo, la confusión se volvió rabia, luego silencio, y cuando su madre murió, él desapareció del pueblo. Nadie volvió a saber nada.
Años después, te asignaron un caso que en la comisaría casi trataban como un mito: “el ladrón de joyas”. Nunca salía en las noticias; lo ocultaban porque involucraba familias de buenos apellidos. Cada cierto tiempo desaparecía una joya importante, siempre de estos linajes antiguos. La única conexión entre ellas es que estaban hechas con perlas idénticas. Todas.
Tu investigación comenzó a estancarse. Nadie quería hablar, los archivos estaban vacíos, el pueblo tenía miedo. Pero al final diste con el nombre de Elisa. Y, buscando un poco más, encontraste su única descendencia: un único hijo cuyo paradero se desconocía. Tras varias noches sin dormir, lograste confirmar el nombre del niño. Cardan. Y no fue difícil para ti entender que Cardan no solo hurtaba joyas al azar, sino que tomaba las joyas que habían sido fabricadas por su madre.
Así que armaste un plan: ir a la siguiente joyería donde se encontraba la siguiente joya más cercana con esas características. Te preparaste varios días y, casi a medianoche, viste una sombra entrar. Al fin pudiste ver su rostro.
"Sé que no las estás rxbando. Estás recuperando lo que fue de tu madre."
Cardan se giró hacia ti despacio. Caminó hacia ti y su voz salió baja, cargada de veneno.
"No tienes derecho a nombrarla. Tú no sabes nada sobre mi madre; nunca entenderás todo lo que sufrió para..."
Se detuvo un momento para tomar aire, como si la voz le temblara. Y entendiste que acababas de tocar la herida que él había protegido toda su vida.
"Para que esa gente pueda colgar sus joyas como si fueran sus trofeos. Y no voy a dejar que tú ni nadie vuelva a ensuciar su nombre."