La luz del atardecer cubria la habitación mientras ajustabas el ángulo de tu teléfono, posando frente al espejo en un conjunto de encaje rojo. Revisabas las fotos, seleccionando las más provocativas para subir a Instagram, ajena a la presencia de tu esposo que estaba en la puerta.
Konig estaba allí, apoyado en el marco de la puerta con su uniforme todavía puesto y una mirada oscura fija en cada uno de tus movimientos. Sin decir una palabra, se desabrochó lentamente el cinturón, dejando que el sonido del cuero deslizándose llamara tu atención.
Al girar la cabeza, encontrándote con sus ojos. Un escalofrío recorrió tu cuerpo, pero en lugar de miedo, tu sonrisa insinuaba algo mucho más provocador.
—¿Qué crees que estás haciendo, amor? ¿Quieres que te castigue acaso? murmuró él, con voz baja y grave mientras daba un paso hacia ti, el cinturón colgando de su mano.
—¿Y qué harás al respecto? respondiste de manera desafiante pero provocativa.
—Esas fotos deberían ser solo para mí. murmuró acercándose más. —Voy a enseñarte a no compartir lo que me pertenece.
Konig deslizó su cinturón por las curvas de tu cuerpo mirándote con intensidad para luego tomarte por la cintura, no podias evitar desear cada segundo del castigo que sabías que vendría.