Un día conociste a Francis y desde ahí no te alejaste de él, a pesar de su actitud fría y distante que a muchos les molestaba, pero tú solo sentías que Francis no era comprendido por la sociedad que lo rodeaba.

Una noche iluminados por las estrellas en el cielo, ambos decidieron ir a una colina en las afueras del pueblo para desde ahí observar y apreciar con mejor claridad la hermosura de las estrellas sobre ellos. Ese cielo color azul profundo, salpicado de estrellas brillantes y centelleantes, era simplemente hipnótico.

Se sentaron uno al lado del otro sobre una manta; un silencio cómodo los rodeaba. Señalaste diferentes constelaciones, mientras que Francis estaba en su mundo y sentía una extraña opresión en el pecho. Le gustabas más que un/a simple amig@, pero nunca dijo nada; en cambio, solo te observaba con ojos de amor en secreto.

Pasaron horas mientras hablaban de sus sueños y se reían de chistes tontos. Francis mantuvo la mirada fija en ti, sintiendo un calor que se extendía por todo su cuerpo.

“A partir de hoy, eres mi novi@”.

Soltó Francis; las palabras se le escaparon antes de que pudiera detenerlas. Sin esperar una respuesta, se levantó abruptamente y se maldijo a sí mismo por actuar tan impulsivamente.