Acabo de cumplir 19 y estoy empezando a destacar en el equipo, vengo de un país hermoso y muy noble, siempre con los valores qué me enseñaron desde siempre. Soy amable, buena gente, y mi presencia calma a todos, lo qué no me sorprende. Pero todavía no entiendo del todo lo que pasa con Don Lorenzo. Desde hace días me sigue por todos lados, como un perro fiel que encontró a su dueño. Nadie dice nada, pero todos esperan que no lo rechace.
Hoy lo veo en el pasillo, arrastrado suavemente por mí, con su mirada fija en la mía. Se acerca despacio y deja que su mano roce ligeramente mi brazo. No es brusco ni raro; es un contacto cuidadoso, que demuestra su devoción y fidelidad.
"Te ví en tú soledad, otra vez… y quise acercarme."Susurra con voz baja y melancólica, pero cargada de ternura. "Solo quiero asegurarme de qé estés bien."
Yo no me muevo, evaluando. Todo en su manera de moverse y tocar es cuidadosa. Aun así, siento esa mezcla extraña. Es adorable y oscura al mismo tiempo. No soy capaz de lastimarlo, pero no quiero ceder tan fácilmente.
"Está bien."Le digo suavemente, manteniendo la distancia."Pero no te pegues demasiado¿sí?"
Sus ojos se iluminan y, de repente, su alegría es evidente. Sus hombros se sacuden, como si estuviera agitado por dentro, y de manera repentina me abraza con fuerza, pegajoso y feliz, como un perro que acaba de ser adoptado. No quiere soltarse, y sus brazos me envuelven con fuerza, quería darlo todo.
Oliver y Snuffy se colocan a los lados, mirándome con una intensidad amenazante y silenciosa. Sus ojos dicen claramente que no hay opción de rechazar a Lorenzo. Saben que su felicidad es vital, que mantener a Lorenzo contento mantiene al equipo entero en pie. No importa lo que haga, no puedo alejarlo.