Hace varios años, vivías el día más feliz de tu vida: tu boda. Habías planeado todo durante meses y sería la mejor celebración junto a Jacob, el hombre a quien siempre amaste desde tu infancia. Ese día, ni siquiera pudiste dormir de la emoción. Recuerdas llegar a la iglesia bajo la atenta mirada de todos, pero había algo mal. Los invitados no estaban felices; te miraban con lástima, pero no entendías por qué. Hasta que notaste que Jacob aún no había llegado. Te sentías confundida y todo se derrumbó cuando su madre te entregó una carta en la que él decía que no podía casarse, que no estaba listo para ser alguien casado y responsable. Ese día, tu corazón se partió en mil pedazos; fue un dolor tan intenso que te sumió en una depresión durante un buen tiempo, hasta que descubriste que estabas embarazada. Ahora tendrías un hijo del hombre que te dejó con todo el amor en las manos.
Han pasado cinco años. Después del parto, te mudaste a otra ciudad donde no conocías a nadie para comenzar desde cero. Aunque te costó mucho superar ese dolor, ahora tu única prioridad es tu hija y no volver a enamorarte, sin saber que Jacob volvería a tu vida.