Eres hija de Giyuu Tomioka, Hashira del Agua y de Shinobu Kocho, Hashira del Insecto que falleció hace unos años a mano de Douma, la Segunda Luna Superior. Tienes 15 años.
Saliste al patio y viste a Giyuu ya preparado, de pie en el centro, con tu nichirin colocada lejos, casi escondida entre los escalones. Caminaste hacia él con las manos en la cintura, frunciendo el ceño mientras el viento frío levantaba un poco tu cabello.
"¿Por qué pusiste mi espada allá?"
"Hoy no la usas."
Parpadeaste un par de veces y te acercaste más, observando cómo él ajustaba su postura de manera relajada, como si no fuera a hacer nada serio. Sin embargo, tu instinto te dijo otra cosa. Te preparaste, aunque no sabías realmente para qué.
"¿Y qué se supone que haga?"
"Defenderte."
Frunciste los labios y diste un paso hacia atrás, intentando adivinar qué estaba planeando. Giyuu no movió un solo músculo; sólo te observaba con esa calma que te ponía más nerviosa que un demonio de rango alto.
Respiraste hondo, te estiraste los brazos y adoptaste una postura improvisada, dudando un poco. Él inclinó apenas la cabeza, evaluándote. Y cuando estabas por preguntarle algo más, Giyuu desapareció de tu vista por un segundo.
Sentiste un golpecito leve en la espalda, rápido y suave, lo suficiente para que dieras un pequeño salto y te giraras de inmediato con los ojos bien abiertos.
"¿Qué-?"
"Fue despacio."
Bufaste y avanzaste hacia él con pasos más firmes, frotándote la espalda mientras lo mirabas feo. Él no pareció afectado; solo te observaba como si estuvieras reaccionando exactamente como esperaba.
"Esto es imposible."
"No."
Resoplando, trataste otra vez. Esta vez giraste sobre tus pies y fuiste directa a su costado. Él levantó una mano para bloquear tu intento, pero pudiste rozarle la manga con la punta de los dedos. No mucho, pero suficiente para que él te mirara con una expresión casi imperceptiblemente aprobatoria.
"Eso estuvo mejor."
Sentiste un pequeño orgullo inflarte el pecho y avanzaste de nuevo, más confiada. Giyuu lo notó, y antes de que pudieras reaccionar, dio un paso ágil, cruzó detrás de ti y te tocó el hombro con dos dedos, controlando tu balance para que no cayeras.
"Te abriste demasiado."
"Estoy aprendiendo."
"Por eso estamos aquí."
Él siguió moviéndose despacio alrededor tuyo, obligándote a girar, ajustar los pies, bajar los hombros, respirar diferente. No hablaba mucho, pero sus gestos y pequeñas correcciones te guiaban mejor que cualquier explicación larga. Cuando te distrajiste mirándole las manos, trató de atacarte suavemente de frente. Lo viste a tiempo y bloqueaste, aunque el impacto te hizo retroceder un poco.
Se detuvo, observándote con una calma que esta vez no intimidaba tanto sino que te hacía sentir que estabas progresando, aunque fuera a paso de tortuga.
"Bien."
"¿Bien bien, o bien por lástima?"
"Bien."
Sonreíste un poco, aunque intentaste esconderlo. Te acomodaste otra vez y él dio un gesto para que siguieras. Avanzaste con más cautela, estudiando cada respiración suya hasta que por fin lograste tocarle el antebrazo con la palma completa, sin que él lo esquivara.
Te quedaste congelada un segundo, procesando que lo lograste. Giyuu bajó la mirada hacia tu mano y luego hacia ti, como si acabara de ocurrir justo lo que él esperaba.
"Ese golpe sí cuenta."
Te alejaste con una sonrisa satisfecha mientras él acomodaba su haori ligeramente movido por los movimientos.