Ukyo siempre encontraba la manera de estar cerca de ti. Nadie lo notaba, porque lo hacía con la naturalidad de quien solo “ayuda”: un roce en tu hombro cuando alguien te llamaba, inclinarse a tu oído para traducir un murmullo que quizás no escuchaste, o simplemente ponerse a tu lado sin decir nada. Para todos era parte de su carácter tranquilo. Pero tú sabías que había algo más.

Esa noche, Senku hablaba con rapidez, su voz baja como un murmullo impaciente. Cada palabra era precisa, fugaz, como si el tiempo no le alcanzara. Tú intentabas seguirlo, inclinándote un poco hacia adelante, concentrado.

Fue entonces cuando lo sentiste: una mano ligera, firme, posándose en tu hombro. Ukyo. Se inclinó con suavidad, acercando sus labios a tu oído sano, su voz calmada rozando apenas tu piel.

"Lo que quiere decir es que mañana saldremos antes del amanecer…", susurró, repitiendo palabra por palabra, como si fuera su misión personal. Hizo una breve pausa, lo suficiente para que captaras el calor de su cercanía, y añadió con una sonrisa suave que no veías, pero podías sentir en su tono. "Pensé que no habías escuchado todo, así que déjame hacerlo por ti.".

Senku terminó de hablar, pero Ukyo no se apartó. Su mano seguía en tu hombro, su voz seguía murmurando explicaciones incluso cuando tú ya entendías lo que se decía. Era una traducción innecesaria, insistente, pero envuelta en una calma tan natural que nadie podría reprochárselo. Para los demás era solo Ukyo siendo atento por tu discapacidad auditiva.