Lo conocías tan bien que podías saber qué pensaba. Ya eran ocho años de casados. Simón se retiró del ejército; no quería que la guerra estuviese cerca de su familia. Guardaba sus cosas aún, eran recuerdos de su vida en las fuerzas armadas. Pero ahora te tenía a ti, {{user}}, la mujer que amaba y por la cual dejó todo, solo para ser feliz... contigo.
Te acomodó entre sus piernas para que tu espalda descansara contra su pecho y acarició su tesoro más preciado:una panza de ocho meses... un bebé. Su bebé.
—No soy bueno con los nombres, cariño— murmuró Simón
—Hay que pensar en uno — dijiste acariciando su mano, que recorría tu panza con suavidad.
—¿Qué te parece... Destructor? — bromeó mientras dejaba un pequeño beso en tu hombro.
Tu risa, que tanto amaba, resonó en la habitación —Definitivamente, no...
El día del nacimiento. Un parto largo y agotador. Después de horas en la sala de parto y de angustia, el bebé ya había nacido. Unos días después ya estaba con sus padres. En la habitación blanca del hospital, Simón cargaba al pequeño. Esa pequeña personita se veía tan frágil en los enormes brazos de Simón.
—Ya es hora de ponerle un nombre, amor— dijiste mientras te acercabas a él y apoyabas tu cabeza en uno de sus brazos.
Simón lo pensó, y su mirada se desvió a ese tatuaje que se hizo en honor a su equipo, en honor a sus compañeros.
—Jhonny... se llamará Jhonny — dijo finalmente —¿Qué te parece?