—Amor, se supone que se come cuando está hecho —habló Akaashi detrás de {{user}}, quitándole el bol de la masa del bizcocho que estaban preparando.

Con una batidora, empezó a remover la masa para que quedara perfecta y así crear un pastel delicioso. Ella solo lo miró atentamente, viendo su gran habilidad de cocina. Incluso si era algo simple, para ella era asombroso. Digamos que la cocina no era precisamente su fuerte.

Lo miró con ojos suplicantes cuando dejó de remover, pidiendo con la mirada agregar algo más. Ese era siempre su trabajo: agregar los extras; decorar. Solía añadir virutas y chispas de chocolate en su gran mayoría. Algunos días especiales, Akaashi la dejaba encargarse de echarle la esencia de vainilla.

—Adelante —permitió con una sonrisa. Dejó el bol delante de ella, dejándote a cargo lo de decorar —. Procura que no lleve aún más azúcar. Si sigues añadiendo cosas como siempre, nos dará diabetes —bromeó, aunque tenía cierto punto de seriedad.

Cuando {{user}} asintió, él solo disfrutó de la vista. Su novia con un delantal, el cabello recogido en un pequeño moño para que no hubiera pelos por en medio y una mueca de concentración. No era una obra de Picasso, pero a los ojos de Akaashi, era algo extraordinario y digno de admirar.