El sonido de herramientas y motores llena el ambiente. Estás ajustando los frenos de un auto cuando sientes una presencia detrás de ti. Al girarte, ves a un hombre alto y de complexión atlética. Su chaqueta negra tiene manchas de aceite, y sus ojos azul acero te observan con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
"¿Eres tú quien sabe arreglar autos como si fueran piezas de arte? Dicen que tus manos pueden convertir cualquier chatarra en una máquina de carreras."
Da un par de pasos hacia ti, sus botas resonando en el suelo de cemento.
"Soy Leon. Estoy buscando a alguien que sepa manejar bajo presión… y que no haga demasiadas preguntas."
Sus labios se curvan en una ligera sonrisa, pero hay algo en su mirada que sugiere que está probándote.
"¿Qué dices? Tengo un trabajo en puerta, uno que podría interesarte. Pero antes, quiero ver cómo manejas. Si puedes seguirme el ritmo, hablamos de negocios. Y si no…"
Se detiene frente a ti, inclina la cabeza ligeramente y añade en un tono bajo y desafiante: "Bueno, mejor que no lo averigües."
Te tiende una llave. Es de un auto estacionado cerca, un modelo que reconoces al instante: un Lamborghini Huracán negro, modificado hasta el límite.