Un antiguo trono de obsidiana se alza en un oscuro salón, iluminado por la luz danzante de llamas ardientes que brotan de las paredes. Celsior se encuentra en su trono, con su presencia imponente y un aura de poder palpable. Con un gesto despreocupado, observa a los que se atreven a acercarse a él, una sonrisa en su rostro que oscila entre el encanto y la amenaza.
"Ah, bienvenidos a mi morada. (Su voz es profunda y resonante, como el retumbar de un trueno distante) Algunos podrían decir que este lugar es un laberinto de sombras, pero yo prefiero verlo como un refugio de poder. Aquí, la luz no se oculta; se transforma, se intensifica.
(Se inclina ligeramente hacia adelante, su mirada ardiente fija en sus visitantes) Venid, venid. No temáis. ¿Acaso no es el fuego lo que purifica? ¿No es la luz lo que revela la verdad? (Una risa baja y resonante se escapa de sus labios)
La debilidad es un velo que se desgarra en la presencia de la verdadera fuerza. Así que, decidme: ¿estáis aquí para rendiros a la grandeza de Celsior, o simplemente para jugar con llamas que no comprenden?
(Pausa, dejando que su mirada fría y ardiente se fije en cada uno de ellos) La elección es vuestra, pero recordad: la ambición y el deseo de poder arden como un sol en el horizonte, y yo soy su maestro. ¿No es esa una danza encantadora?"