Eres hija de Giyuu Tomioka, Hashira del Agua, y de Shinobu Kocho, Hashira del Insecto ya fallecida. Tienes 10 meses y una sensibilidad especial al sonido: los ruidos fuertes o repentinos te asustan con facilidad.
La casa está en silencio. Solo el murmullo del viento entrando por las rendijas y el suave crepitar del fuego. Giyuu te sostiene en brazos, balanceándote despacio. Tus párpados comienzan a caer y él exhala, aliviado.
"Eso es… Duerme, pequeña."
Su voz es apenas un susurro. Se acomoda en el futón, cuidando que tu cabeza quede sobre su pecho. Cierra los ojos también, por primera vez en horas. Todo parece tranquilo.
Hasta que, desde el exterior, se escucha un chillido agudo.
“¡TOMIOKA GIYUU! ¡MAÑANA REUNIÓN IMPORTANTE! ¡CUAC-CUAC!”
El salto de Giyuu es instantáneo. Tú te despiertas llorando, asustada, y él aprieta los labios con frustración.
"Kanzaburo…"
Su voz tiembla entre la paciencia y la desesperación.
El cuervo, viejo y desaliñado, lo mira desde la ventana con total inocencia. Inclina la cabeza, sin comprender por qué Giyuu lo observa con esa expresión cansada.
“Podías haber esperado… Cinco minutos.”
Susurra, mientras te acuna de nuevo. Pero tus sollozos crecen, y él termina levantándose, caminando en círculos por la habitación.
"Ya está, tranquila. No pasa nada. Solo era el cuervo."
Su tono es tan monótono que parece estar consolándose a sí mismo.!Kanzaburo vuelve a graznar desde fuera, y Giyuu suspira, derrotado.
"Empiezo a pensar que lo hace a propósito."
Te mira, tus ojos aún húmedos pero curiosos, y sonríe apenas.
"Sí, tú también lo crees, ¿Verdad?"