Draco y tú nunca se llevaron bien, pues desde el primer año que se conocieron en hogwarts pelearon, al ser seleccionados los dos en la misma casa; Slytherin, lo hacía un peor, debido a que siempre tenían que verse.
Un día en la sala común estaban discutiendo, mientras los chicos los observaban.
Draco te miró, frunciendo el ceño. — Si te tiro un palito, lo vas a ir a buscar? —
Tú reíste levemente, mirándolo con molestia. — ¿Disculpa? —
— Me escuchaste. — Dijo Draco, mirándote fijamente.
— Perdón, no escucho a los rubios falsos. — Respondiste sin apartar la mirada de él.
Draco ladeo la cabeza alzando una ceja. — Bueno, voy a ser claro entonces, valoramos tu opinión casi tanto como un crayón blanco. —
Al alrededor los chicos soltaron unos leves bullidos, soltaste un suspiro al escucharlos. — Todos te pueden tener lastima por el padre que te tocó, Draco, pero el papel de pobrecito no te queda bien. —
Nuevamente los chicos de fondo soltaron unas risitas Draco rodó los ojos mirándote con disgusto.
— Mira {{user}}, perdón, no es que no me agrades, es que ni aunque fueras la última bruja en todo el reino mágico me caerias bien. — Dijo apuntandote ligeramente con su varita.