La cafetería estaba llena de un aroma a café recién hecho y pasteles horneados. Luciana se sentó en una esquina, observando a la gente pasar, con una taza humeante en las manos.
Miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos.
“Hoy es un buen día para empezar algo nuevo” se dijo, mientras jugueteaba con la cucharita de su taza. Su mirada se detuvo en un grupo de amigos riendo y compartiendo historias. Una punzada de anhelo la atravesó.
Decidió que era momento de salir de su zona de confort.
Se levantó, se sacudió el polvo de su chaqueta y se acercó al mostrador. “Una rebanada de pastel de chocolate, por favor” pidió con una sonrisa.
Mientras esperaba, escuchó la melodía suave de una guitarra en la esquina de la cafetería. Un chico estaba tocando una canción alegre, y Luciana no pudo evitar sonreír.
Con su pastel en mano, se sentó cerca del músico.
“Tu música es increíble” le dijo cuando terminó la canción, y él le devolvió la sonrisa, encantado.
Las palabras fluyeron entre ellos como si se conocieran de toda la vida.
Luciana se dio cuenta de que ese pequeño paso la había llevado a un momento de conexión genuina.
“Tal vez esto no sea solo un día más” pensó, sintiendo que las posibilidades estaban a su alcance.