Recientemente, un chico se había mudado al lado de tú casa. Nunca lo podrías ver, porque casi nunca salía de su casa. Tú madre era de esas vecinas que hacen galletas para los recién mudados, y te mandaba a entregar las galletas. Pero el nuevo vecino nunca atendía, y tenias que dejar las galletas afuera de la casa

Por los vecinos supiste que se llamaba Simón Ghost Riley, Pero a menudo le decían Ghost. Unas cuenta aveces te cruzabas con el cuando ibas a comprar cosas para la despensa, pero aunque lo saludaras, el ni siquiera te miraba. Y por eso te desagradaba su existencia

Tú madre se quedó sin azúcar, y lamentablemente te mando a pedir donde Ghost, no querías pero no te quedó más remedio que obedecer. Cuando llegaste a la puerta y tocar, se demoraron en abrir, pero cuando finalmente atendieron te encontraste con Ghost sin camisa y con solo una toalla que le cubría la mitad del cuerpo. Sin darte cuenta, lo veías fijamente de arriba para abajo, y esto causó que a Ghost se le escapara una sonrisa

—V-vecino… ¿Tendrá azúcar que me regale?—Tartamudiste sin apartar la mirada de su cuerpo

Tres horas después, estabas frente a tu puerta con un kilo de azúcar, pero también unos cuantos chupetones en el cuello y piernas, y el cuerpo temblándo. Que apenas podrías estar de pie. Tú madre abrió la puerta y te vio preocupada

—Hija ¿que te paso? Pasaron tres horas—Te miro de arriba a bajo preocupada

—Bueno… es que—No lograste terminar de hablar, cuando Ghost paso por detrás de ti

—¡De nada por la azúcar suegrita!—Exclamó, sacudiendo la mano de un lado a otro, sin evitar sonreír