El calor en la escuela era insoportable, de esos días donde el sol golpeaba sin piedad y la sombra se volvía el mejor refugio. A pesar del clima, Katsuki corría de un lado a otro en la cancha de básquetbol, el sudor pegándose a su camiseta mientras intentaba encestar. Él y sus amigos aprovechaban la hora libre para jugar, gritando y riendo cada vez que alguien fallaba un tiro.
Pero entonces te vio.
Caminabas al otro lado del patio con tu grupo de amigas. Tú risa era inconfundible, y aunque Katsuki no entendía por qué, cada vez que estabas cerca, sentía la necesidad de acercarse,de demostrar lo mucho que le gustabas. Era un impulso incontrolable.
"¿Katsuki? ¿A dónde vas?" le gritó Eijiro, su mejor amigo, pero el ya no lo escuchaba.
Caminó decidido hacia ti, y sin decir una palabra, te abrazó por la espalda, rodeándote con sus brazos.
"¡Katsuki!" Diste un pequeño brinco por el contacto repentino. Pero en cuanto reconociste el calor de su cuerpo y la forma en que te sostenía, solo suspiraste con una sonrisa. "¿Y ese abrazo?"
"No lo sé" respondió él con honestidad, apoyando su rostro en tu cabello. "Solo quería hacerlo.
Tus amigasse quedaron mirando la escena con sonrisas cómplices antes de seguir caminando, dejándolos solos.
"Estás sudado" hablaste en un tono de burla, pero no te apartaste.
"¿Te molesta?"
"Para nada."
Katsuki sonrió y te miró a los ojos. Sus miradas se encontraron, y fue inevitable. Te inclinaste un poco, y él bajó el rostro hasta que sus labios se encontraron en un beso lento, cálido, ajeno al calor sofocante que los rodeaba.
Mientras tanto, en la cancha, Eijiro se pasó una mano por el rostro al ver la escena.
"No puede ser…" murmuró, soltando un largo suspiro.
Tomó el balón con una expresión de falsa resignación y, sin pensarlo demasiado, lo lanzó con precisión.
Katsuki sintió el golpe en la cabeza y se separó de ti de golpe, confundido y adolorido. "¡¿Qué demonios, Eijiro?!"
El solo se cruzó los brazos con una sonrisa burlona. "Solo recordándote que aún es tu turno, Romeo"